lunes, 1 de noviembre de 2010

youandmeforever


Oigo una risa. Su risa. La risa de el que he añorado, de el que he buscado, de él, que ha sido mi sueño de mil noches. ¿Cuántas veces hurgando en los recuerdos, apartando momentos dolorosos, peñascos de desilusión, he llegado allí, al fondo, hasta encontrar esa sonrisa? Y ahora está aquí, frente a mí. Y la comparto con otras personas. Todo lo que era mío, sólo mío. Y repentinamente me veo corriendo a través de un laberinto hecho de momentos: Nuestro primer encuentro, el primer beso, la primera vez.... La explosión enloquecida de mi amor por ti. Y en un instante recuerdo todo lo que no he podido decirte, todo lo que hubiera querido que supieras, la belleza de mi amor. Eso es lo que hubiera querido mostrarte. Yo, simple cortesana admitida en tu corte, arrodillada delante de tu simple sonrisa, frente a la grandeza de tu reino, hubiera querido mostrarte el mío. Sobre una bandeja de plata, abriendo los brazos en una reverencia infinita, mostrándote mi regalo, lo que sentía por ti: un amor sin límites. Aquí tienes, mi señor, ¿ves?, todo esto es tuyo. Sólo tuyo. Más allá del horizonte. Y aún más, más allá del cielo y más allá de las estrellas, y aún más, más allá de la luna y más allá de lo que se esconde. Eso es, éste es el amor que siento por ti. Y aún más, Porque esto es sólo lo que podemos saber. Te amo por encima de todo aquello que no podemos ver, por encima de lo que no podemos conocer. Ya está, eso es quizá lo que también hubiera querido decirte. Pero no pude. No pude decirte nada que tuvieras ganas de escuchar. ¿Y ahora? ¿Qué podría decirle ahora a ese chico? ¿A quién puedo mostrarle las maravillas de ese gran imperio que le pertenecían? Te miro y ya no estás. ¿Donde te has metido? ¿Donde está esa sonrisa que me convertía en náufrago de certezas, pero tan segura de felicidad? Querría escapar pero no hay tiempo, ya no hay tiempo.